Trabajo en un colegio de secundaria. Habíamos organizado una excursión de fin de curso para los alumnos de 4º de Eso. Consistió en un fin de semana en un albergue de montaña. Era la primera vez que lo hacíamos. La excursión salió bien, paro al final las cosas se torcieron. Algunos alumnos habían roto las lunas de un coche que pensaban que estaba abandonado y apareció el dueño pidiendo una compensación. Al final lo arreglamos. A la vuelta hablé con uno de los profesores que habíamos ido a la excursión. Hablamos sobre qué tal había salido la excursión. Yo le decía si merecía la pena todo el esfuerzo para que al final haya algunos “cabroncetes” que te la líen y tengas que andar con jaleos etc. Este compañero, (fue el promotor de la excursión) se dijo que estos jaleos son también una oportunidad para educar y sobre todo para educar en valores, algo con lo que a veces se nos llena la boca pero que en realidad hacemos poco y mal.

Esto me hizo reflexionar y empezar a ver que para los alumnos enfrentarse a las consecuencias de sus acciones, a problemas que ellos generan o que les implican puede ser mucho más educativo que muchas charlas, dinámicas y otras cosas que hacemos. Los profesores solemos ver que los problemas de disciplina, de convivencia como “marrones” que nos caen, asuntos molestos que uno intenta quitarse de encima. Y sin embargo en la solución a estos problemas puede haber un potencial educativo mucho mayor que en las clases formales.

A raíz de este hecho y de otros he ido cambiando mi centro de interés como educador. Pasar de ver problemas y peligros a ver oportunidades y posibilidades de educar. A entender la educación en valores desde los conflictos reales y concretos y no desde la teoría.

Desde esta experiencia me surgen algunas reflexiones:

  • La importancia de estar abiertos a las aportaciones de tus compañeros a la hora de aprender a leer la realidad.
  • La importancia de reflexión sobre lo que nos pasa, los sentimientos, actitudes que provocan las cosas para leerlas más en profundidad y situarse lúcidamente
  • Lo valioso que es encontrarse con gente con la que, desde sensibilidades y claves vitales distintas, compartir la tarea educativa, proponerse metas, desarrollar iniciativas etc.

También hago lectura creyente del hecho:

  • La importancia de la escucha de la realidad a la hora de descubrir cómo plantearse la profesión. Dios habla desde hechos concretos y sobre todo desde los hechos que nos tocan o nos afectan.
  • La importancia de dejarse interpelar por la realidad, las personas, para descubrir la llamada a Dios a la conversión, a un compromiso profesional más intenso y encarnado.
  • La necesidad de arriesgar, innovar, cambiar, moverse, ser inquietos, como actitud básica de quienes intentamos vivir desde la óptica del Reino, y dispuestos a construirlo cada día.