El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad.

Ludwig van Beethoven

En la bondad se encierran todos los géneros de sabiduría.

Ernesto Sábato

Música

“El objetivo más importante de la meditación cristiana es permitir que la presencia silenciosa y misteriosa de Dios en nuestro interior sea, cada vez más, no sólo una realidad creciente sino la realidad de nuestras vidas, permitiendo a esa realidad ser la que dé significado, forma y propósito a todo lo que hacemos y a todo lo que somos”.

“La experiencia cristiana es, en esencia, el saber que Dios es amor y que vive en nuestro corazones. Nuestra llamada, más que una llamada a dialogar con Él, es una llamada a permanecer en unión con Él.

(John Main, monje benedictino)

Práctica de meditación

Se invita a la conciencia del cuerpo, a estar presente en uno mismo, a venir “a nuestra propia casa”, a reconocernos, aceptarnos y amarnos.

Música

Invocación de entrada

“Padre, abre nuestros corazones a la presencia silenciosa del espíritu de tu hijo. Guíanos en este misterioso silencio en el que tu amor se revela a todo hombre que clama: Maranatá… Ven, Señor Jesús”.

Lecturas sobre la Bondad

“La bondad no es una simpatía superficial, no es la sensibilidad afectuosa: es la intuición de la situación de otro, de su necesidad, de su llamamiento, de su corazón, de su drama íntimo; porque lo amo, porque entro en comunión con él, con su sufrimiento, y hago confianza a la capacidad de superación que en él existe.

Bondad es comprender al otro, llorar con el otro, orar con el otro, ayudarlo.

La bondad supone capacidad para soportar los golpes duros, las incomprensiones, los desfallecimientos, las oposiciones de dentro y las de fuera, el paquete de cada día con noticias desagradables.

Bondad con los otros y también con uno mismo, pues si no tengo bondad y paciencia conmigo tampoco la tendré con los demás. Bondad ante mi propia debilidad, ante mi flojera, mis prisas infantiles, mi inexperiencia, mis fracasos…

Quedar siempre dueño de mí mismo. Siempre dulce ante las cosas: ellas nunca tienen la culpa. Dulce con los otros. Ellos son lo que son; hay que tomarlos como son. Vale más torcerlos que quebrarlos. Ser bueno conmigo mismo; utilizarme en la mejor forma, en vez de gastarme en recriminaciones. No poseo a nadie sino en la bondad”.

(extracto de San Alberto Hurtado, SJ)

Cuento sobre la bondad activa

Un capellán, cuentan, se aproximó a un herido en medio del fragor de la batalla y le preguntó:

¿Quieres que te lea la Biblia?

Primero dame agua que tengo sed, dijo el herido.

El capellán le convidó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no había más agua en kilómetros a la redonda.

¿Ahora?, preguntó de nuevo.

Primero dame de comer, suplicó el herido.

El capellán le dio el último mendrugo de pan que atesoraba en su mochila.

Tengo frío, fue el siguiente clamor. Y el hombre de Dios se despojó de su abrigo de campaña pese al frío que calaba y cubrió amorosamente al lesionado.

Ahora sí, le dijo el soldado herido al capellán. Habla de ese Dios que te hizo darme tu última agua, tu último mendrugo y tu único abrigo. Quiero conocerlo en su bondad.

Compartir

Se invita a recordar gestos de bondad que se han visto, que se han recibido, se recuerda a personas bondadosas en nuestras vida.

Tras unos minutos de silencio, invitamos a compartir alguno de esos recuerdos, para recuperar la memoria de esos gestos de bondad que nos han iluminado, guiado, hecho cambiar… en algún momento de nuestra vida. No hace falta que sean gestos heroicos o grandiosos, sino hechos de vida cotidiana.

Lectura de Isaías, 49, 14-16, 26

“¿Acaso olvida una mujer a su hijo, y no se apiada del fruto de sus entrañas?

Pues aunque ella se olvide,

Yo no te olvidaré.

Fíjate en mis manos:

Te llevo tatuado en mis palmas.

Entonces sabrás que yo soy el Señor

Y que no defraudo

A los que esperan en mi”.

Música

Lectura final: Salmo 102

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. El perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; el rescata tu vida de la fosa, y te colma de gracia y de ternura; el sacia de bienes tus anhelos, y como un águila se renueva tu juventud. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo.

Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro. Los días del hombre duran lo que la hierba, florecen como flor del campo, que el viento la roza, y ya no existe, su terreno no volverá a verla. Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos: para los que guardan la alianza y recitan y cumplen sus mandatos. ¡Bendice, alma mía, al Señor!