Llevamos más de un mes de clase y comienzo a sentir que el bienestar y entusiasmo de los primeros días, sin darme cuenta, va decayendo.

Hoy viernes, con el cansancio acumulado de la semana, decido pasar la tarde en el hogar, lo que me lleva a contemplar la película de la semana. Y es ahora cuando saboreo y descubro tu presencia, Señor. Sólo pudiste ser tú quien puso un toque diferente en las clases a partir del miércoles.

Todo empezó por una casualidad. De regreso a casa, tras la jornada intensiva de los martes, me encuentro con la mesa de Pobreza Cero. Me invitan a una charla a las 20:30 y, a pesar del cansancio, acudo. Ahí comenzaste a cambiar mis planes de trabajo. Me regalaste la oportunidad de hablar con mis alumnos de nuestro mundo y despertaste mi capacidad de asombro. Sí, porque Aarón, el alumno más terrible, el que está pegado a la mesa del profesor y al que el día anterior había castigado plantándole un examen, me mostró su corazón humano y grabó en el mío su mensaje: “¿Desde cuando La Tierra o nuestras Islas son propiedad exclusiva de alguien? Los emigrantes también tiene derecho a elegir donde quieren vivir…”. Aarón habló con su desparpajo habitual y sin miedo a la opinión de sus compañeros.

No nos cansemos de hacer el bien, que a su tiempo cosecharemos.” Gal. 6,9 :

“Pero amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperanza de remuneración y será grande vuestra recompensa” Lc. 6,35

Gracias, Señor, por tus palabras hechas vida, que ayudan a dar sentido a mi trabajo y me alientan en las dificultades. Tú sabes de mis desánimos y quizás por eso me recuerdas que debo poner toda mi ilusión en hacer el bien a mis alumnos, aún cuando parezca que todo les resbala.

¡Ayúdame a descubrir el corazón de mis alumnos!