Padre, estoy cansado. Las jornadas en el trabajo son intensas. Llevo casi 25 años. Me gusta lo que hago. Muchísimo. Pero siento que hay un cansancio, también de vocación. Me estoy preparando para hacer un giro. Llevo así desde 2009. Estoy combinando lo laboral con los estudios. Hice un grado, un máster, ahora estoy cursando un título de experto. Te pido ayuda. Y siento que todo esto lo vivo desde el control, mi control. En el trabajo, además, hay tanta autoexigencia. Todos mis compañeros y yo, confirmo, que trabajamos más por nuestro nombre, nuestro prestigio. Más, que por nuestro servicio, nuestro objetivo hacia aquel que nos dirigimos. Y he, hemos, entrado en esa dinámica desde hace tanto tiempo…

¿Qué me pasa, Padre? Doy gracias, te doy gracias porque hago lo que me gusta, en lo que he soñado tanto tiempo… Pero… los días se hacen largos, las ganas por enganchar a las tareas se desvanecen…

¿Qué vienes a decirme hoy?


 

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12
Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.


 2015-11-09-Oracion-desde-la-vida-Profesionales-Cristianos-PX-ZaragozaQué hermosa lectura. Siempre me habían hablado de ella como el programa, el ideario, el argumentario, el criterio de ser y hacer de Jesús de Nazaret.

Sigo leyendo reflexiones que se han publicado a raíz de esta lectura. Ésta es de feadulta.com y la escribe Fray Marcos:

Esta fiesta puede tener para nosotros un profundo sentido religioso, si la entendemos como invitación a la unidad de todos los seres en Dios. No recordamos a cada uno de los seres humanos como individuos. Al decir todos, celebramos la Santidad (Dios), que se da en cada uno de nosotros. No se trata de distinguir mejores y peores, sino de tomar conciencia de lo que hay de Dios en todos y dar gracias por ello. El hombre perfecto no solo no existe, sino que no puede existir. Decir ‘ser humano’ lleva en sí la limitación y por tanto la imperfección en todos los órdenes. Dios no necesita eliminar la imperfección en nosotros.

Vamos a examinar primero algunas frases del evangelio que nos ayuden: Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto. De acuerdo, ¿pero cómo es perfecto Dios? Cuando Dios dice: “sed santos porque yo vuestro dios soy santo”, no hace alusión alguna a la condición moral. La perfección de Dios no se debe a sus cualidades. Dios es todo esencia, no hay nada que pueda tener o no tener. Cada uno de nosotros es perfecto en nuestro verdadero ser, en lo que hay de Dios en nosotros. No estamos hablando de nuestras cualidades sino de lo que Dios es en nosotros. Se trata del tesoro que llevamos en vasijas de barro, como decía Pablo.

(…)

¿Qué sentido tiene hablar de “comunión de los santos”? Si pensamos que se trata de unas gracias que ellos han ‘merecido’ y que nos ceden a nosotros que andamos escasos o carentes de ellas, estamos ridiculizando a Dios y a cada ser humano. Los dones de Dios ni se pueden cuantificar ni se almacenan. Todo lo que nos viene de Dios es siempre gratuito y por lo tanto, nunca se puede merecer. Ahora bien, si tomamos conciencia de que en Dios todos somos uno, comprenderemos que lo que cada uno puede vivir de Dios, de alguna manera, lo viven todos y beneficia a todos.

Por la misma razón tenemos que tener mucho cuidado con la expresión “intercesores”, aplicada a los santos. Si lo entendemos pensando en un Dios que solo atiende las peticiones de sus amigos o de aquellos que son “recomendados”, una vez más, estamos ridiculizando a Dios. En (Jn 16,26-27) dice Jesús: “no será necesario que yo interceda ante el Padre por vosotros, porque el Padre mismo os ama”. Lo hemos dicho hasta la saciedad, Dios no nos ama porque somos buenos, sino porque Él es el amor y está en cada uno de nosotros.

Oracion-desde-la-vida-Profesionales-Cristianos-PX-Zaragoza-luzClaro que se puede entender la intercesión de una manera aceptable. Si descubrimos que esas personas que han tomando conciencia de su verdadero ser, son capaces de hacer presente a Dios en todo lo que hacen, pueden facilitarnos ese mismo descubrimiento, y por lo tanto, el acercamiento a Dios. Descubrir que ellos confiaron en Dios a pesar de sus defectos, nos tiene que animar a confiar más nosotros mismos. Y no sólo valdría para los que convivieron con ellos, sino para todos los que después de haber muerto, tuvieran noticia de su “vida y milagros”. Allanarían el camino para que creciera el número de los conscientes.

(…)

Las bienaventuranzas quieren decir que es preferible ser pobre, que ser rico opresor; es preferible llorar que hacer llorar al otro. Es preferible pasar hambre a ser la causa de que otros mueran de hambre porque les hemos negado el sustento. Dichosos, no por ser pobres, sino por no ser egoístas. Dichosos, no por ser oprimidos, sino por no oprimir. La clave sería: Las riquezas no son el valor supremo. El valor supremo es el hombre. Hay que elegir el reino del poder o el Reino de Dios. Si elegimos el ámbito del dinero, habrá injusticia e inhumanidad. Si estamos en el ámbito de lo divino, habrá amor y humanidad.

Si la pobreza es buena, por qué la evitamos. Si es mala, cómo podemos aconsejarla. Ahí tenemos la contradicción, al intentar explicar las bienaventuranzas. Pero por paradójico que pueda parecer, la exaltación de la pobreza que hace Jesús, tiene como objetivo el que deje de haber pobres. El enemigo número uno del Reino de Dios es la ambición, el afán de poder, la necesidad de oprimir al otro. Recordad las palabras de Jesús: “no podéis servir a Dios y al dinero”. La praxis de Jesús es su vida diaria, es el único camino para entender las bienaventuranzas. El Reino de Dios es el ámbito del amor, pero para llegar a ese nivel, hay que ir más allá de la justicia. Mientras no haya justicia, el amor es falso. Ya decía Plotino: “Hablar de Dios sin una verdadera virtud es pura palabrería”

 Señor, tras lo leído, contemplado: Padre, ayúdame a vivir el día a día desde el trabajo desde el otro. Si me centro en mí, si me miro permanentemente desde mis intereses, mis ambiciones, mi imagen, mi yo, me descentro, crece la ansiedad, nace un cansancio que va más allá del cansancio. Sí, es el servicio al otro el que me da sentido. Es evidente que “las riquezas no son el valor supremo. El valor supremo es el hombre”.

Ayúdame a entender que estoy llamado a “hacer presente a Dios en todo lo que hago”. Y ayúdame más a confiar en ti estos pasos, en este giro que estoy viviendo: que sea lo que pueda ser. Sé que tú puedes ayudarme a vivirlo mejor, pase lo que pase. Sé que tú puedes ayudarme a vivirlo desde ti. Confiar en Ti, a pesar de mis defectos, me anima a confiar más en mí mismo.

Zaragoza. 9 de noviembre de 2015