“Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado” (Is 9,6)

Recientemente ha nacido Francisco, hijo de Paco  y María, y se suma a la  lista amplia que se va configurando en el entorno  de nuestra comunidad de vida y de fe, tanto desde el movimiento de  jóvenes estudiantes como de profesionales, en esos procesos de vida y de fe en los que llevamos decenios. Antes fueron los hijos de Javi y Maite, de María José y Jesús, de Fabio y Mamen, Marcos y Fátima, Marieta y Miguel, Nazaret y Raúl, de Pedro y María Reyes, de Angelines y Jesús Sánchez, de Alejandro y Blanca, de Carlos y Eva, de Juanjo y Eva –mellizos-, … y pronto de Inesu y David, de Marta y Antonio. No hay duda que es el momento de la fecundidad, de la vida que se nos da. Cada vez que nace uno de ellos volvemos  a fijar los ojos en Jesús de Nazaret, en su encarnación, en aquel acontecimiento de Belén, en aquella señal  divina: “un niño envuelto en debilidad, en pañales, recostado en sus  propios límites…”, pero a la vez, rodeado de ángeles que proclaman la grandeza de lo débil, la presencia de lo divino en lo más humano, y repetimos con el profeta Isaías: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”.

 ha-nacido-un-hijo-px-jec-francisco.El hecho de la vida en la desnudez del recién nacido nos hace fijarnos en el absoluto y su sentido y ahí descubrimos la verdad que salva y que ilumina la realidad en la que somos y el horizonte en el que queremos movernos.

Descubrimos en el niño desnudo:

  • La vida que nace del amor, son hijos queridos, amados, acogidos, celebrados…
  • Nacen en la mayor de las debilidades, en la gran dependencia del nosotros, sin sentirse todavía yo, siendo nada más que tú para otros que lo sostienen.
  • En debilidad, pero llamados a la plenitud, su vida está abierta, entran en un mundo de preguntas y de elaboración de respuestas donde las puertas y las ventanas desean sólo abrirse, tendrán que hacerse porque son libres en su determinación y en su depender.
  • Vienen necesitados y sedientos de fraternidad, en su desnudez nos muestran la mayor igualdad de lo humano y el fundamento de la fraternidad universal a la que estamos llamados para seguir viviendo y sintiendo con esperanza.
  • Crecerán en gracia y en santidad, pero eso lo harán poco a poco, paso a paso, será un proceso, y lo tendrán que hacer en un mundo falazmente veloz y, a veces, desnortado y desfondado.
  • Vienen y se muestran en la necesidad más absoluta y sin querer condicionan a los demás para el cuidado y la entrega de su  nada que requiere fundamento, pero un día podrán dar todo lo que son sin guardarse nada para ellos, hoy lo necesitan todo, pero mañana podrán entregarlo y arriesgarlo todo, por el amor de lo vivido  en la mayor debilidad.
  • Y ahí se nos revela un misterio inaudito: es pequeño, finito, dependiente, limitado…pero no es propiedad de nadie, es hijo de la vida, y su padre y referente es el absoluto, la paternidad del sentido en el amor fundamentado de la gratuidad y de la libertad.

Y en la reflexión, el grito del profeta, con la alegría del niño nacido, del hijo dado, nos invita a reinterpretarnos una vez más en lo profundo de la verdad de la vida, y la vocación de lo divino que sólo se nos da en lo verdaderamente humano y encarnado:

  • Estamos llamados a querer y ser queridos, ahí nos va la vida.
  • A comulgar con nuestra propia debilidad y nuestros propios límites.
  • Aspirar al todo desde la nada, a la plenitud desde la parcialidad, a la felicidad desde el dolor y a la libertad desde el desierto.
  • A caminar en la vida con los pequeños pasos de lo diario, de lo concreto, de lo humano, porque ese es el único camino de la vida y es la vía que nos lleva a lo eterno, porque nada de lo que se hace amando se perderá.
  • A saber depender y vivir la dependencia con libertad de lo absoluto, a no vendernos nunca a nada ni a nadie por nada, porque hemos nacido y hemos sido elegidos para vivir en libertad, como hijos de Dios. Por eso nuestro sí ha de ser sí y nuestro no ha de ser no.
  • Y llamados al agradecimiento, hoy desde la desnudez de Francisco en Sevilla y ayer desde  Carmen, Javier, Teresa, Jesús, Pablo, Naya, Jara, Miguel, César, Carlos, Belén, Dani, Manuel… porque cada vez que ha nacido uno de ellos, que  se nos ha dado un hijo, la Vida se ha vuelto a hacer luz y esperanza en el parto de los que le amaban y le esperaban, y hemos visto la señal de un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en una cuna sencilla, al calor del seno de lo materno y la mirada asombrada de lo paterno.

José Moreno Losada. Consiliario nacional de Profesionales Cristianos