Padre Nuestro que estás en la Selva Viviente del Bobonaza. Y en los mil verdes de los árboles, y y en los  colores de los hongos y de los insectos, y en las huellas y sonidos de los animales y hasta en el corazón de la tierra, que guarda los minerales que tu Poder -de alguna manera, en algún momento-, hizo ser lo que son. Señor de esta tierra, y de sus aguas, Espíritu que sopla dentro de nuestros espíritus, de nuestras personas, de nuestras gentes, de nuestras comunidades, de nuestro vivir.

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Señor de la Biodiversidad, generador de lo nuestro, inspirador de nuestras culturas, destellos de Tu grandeza inalcanzable, de Tu olor indescriptible, de la fuerza de Tu presencia pese al tiempo, transmitido en nuestras lenguas ancestrales -hermosas y distintas-,  de generación en generación…

Sabemos que estás con nosotros y entre nosotros. Por el misterio de la Encarnación, eres uno de los nuestros.

Te reconocemos en los árboles sagrados que conservaron nuestros mayores. Signo vivo de lo que no podemos controlar porque nos sobrepasa,  nos eleva, nos mueve  hacia lo alto, hacia la plenitud, hacia lo que deseamos alcanzar y a la vez está ya dentro de nosotros, de nuestros espíritus, de nuestras plantas, de nuestros sueños. Que se siente  en la alegría de las mingas, en el rito pausado de preparar y ofrecer la chicha. Te bendecimos en la yuca y el manduro, en la chunta y el morete, en el platanillo y el tarapoto…. en las plantas que nos dan alimento, cobijo, medicina para nuestras dolencias, sombra, refugio, fibra para tejer cestos como antaño, colorantes para dibujar belleza en nuestros rostros, brillo hermoso para el cabello largo, liso y espléndido de nuestras mujeres, madres, hermanas, abuelas…

Señor Santo de la Mocawa, tú que vives para ofrecerte y repartirte en la fiesta de ser hermanos y hermanas …. Danos tu protección.

Ayúdanos en el camino, ofrece lucidez a quienes nos guían, fomenta en nosotros el espíritu familiar y comunitario:  que nos tratemos como hermanos y hermanas, que no olvidemos esa manera original de corregirnos fraternalmente, conforme a nuestras tradiciones y culturas. Danos tu la ortiga y el ají, que no nos deje caer en la tentación de olvidar el sabor del diálogo.  Señor de la Guayusa, no permitas que descuidemos el tiempo de familia alrededor de nuestras vivencias. Danos la paz, danos los caminos para resolver entre nosotros los conflictos, como hacían nuestros mayores, y permítenos tener la alegría de tu perdón.

Guarda nuestra tierra del acecho de quienes quieren explotarla sin respeto a la Vida, al Espíritu, a la dimensión transcendente, a la realidad del más allá en la que nosotros creemos. Abre los ojos de quienes están ciegos de materialismo, y sólo ven en la Selva, riquezas materiales y una vida espiritual inexistente, una Selva Viviente imposible. Haznos fuertes como la yasa, la kupa y el intachi.  Danos fuerzas para luchar, por un reconocimiento de que existe una Vida, una Existencia y una Realidad, una Selva Viviente que es mucho más potente que los dólares aunque esto parezca increíbe a quienes dominan hoy la Ciencia, la Tecnología, la Economía y el Poder.

Somos tu pueblo Señor, somos pueblo de Dios, Iglesia Católica y  Universal, que con todos los hombres y mujeres que han conocido el mensaje del Evangelio de Jesús de Nazareth, quiere construir un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva con el ejemplo del Papa Francisco.  Bajo el amparo de tu Presencia,   tu Fuerza nos hace fuertes aunque parezca que somos poca cosa. Te damos gracias por esa Iglesia,  comunidad Universal, que abrió los ojos de nuestros mayores al conocimiento y a la Fe en Jesucristo.  Te agradecemos Señor la labor de tantos religiosos, religiosas, sacerdotes y catequistas, que desde tiempos antiguos dedicaron su vida y su tiempo a mostrarnos la Alegría del Evangelio.

No nos dejes caer en el desánimo, haz de nosotros instrumentos de tu amor. Protégenos Señor,  y líbranos de todo mal, Eterno riki panka Nuestro, Amén.

Archidiócesis Mérida – Badajoz