Acontecimientos de mi vida profesional que han sido significativos para mí.

La ilusión con que trabaja mi compañero Xxxxxx, las ganas de trabajar en equipo, su talante integrador en medio de un equipo de trabajo roto, donde cada uno va a lo suyo. En mi despierta alegría, esperanza y es referencia como compañero y como profesional. Ver a alguien que trabaja con alegría, que entiende el trabajo en equipo, que es conciliador, que está disponible para los compañeros, que habla con ternura a los enfermos, que sabe escuchar, sobresale y es tan llamativo que no me puede quedar indiferente. En él veo una forma de entender el trabajo que está en consonancia con los valores evangélicos, lo que me llena de alegría. El trabajar con este compañero me hace creer que es posible vivir los valores del Reino en medio de un mundo individualista y deshumanizado. Descubro en este modo de hacer que es posible un estilo de trabajo en consonancia con el Evangelio y me siento llamada a ello, además de acompañada. Esto ha sido uno de los factores que ha contribuido a que pase de la crítica sin más a sentir ganas de luchar para conseguir un ambiente de trabajo diferente y a creerme que es posible, el ver a Dios en otros me transforma. También creo que este hecho es percibido por los demás, generando pequeños cambios en algunos, incluso en la estructura si me fijo en los pequeños pasos.

Una situación que vivo con dolor es la apatía, la queja diaria destructiva, no valorar lo público como espacio de todos y para todos, el desencanto de muchos de los trabajadores de la sanidad pública. Si es cierto que la sociedad nos exige que seamos más que humanos y no entienden que no estamos libres de cometer fallos y que muchísimas enfermedades hoy por hoy son incurables, no tenemos la receta para todo, esta presión influye de forma negativa. Pero dejando eso al margen, veo que no se valora lo público, no se tiene una concepción de lo público como lugar de responsabilidad colectiva. Esta actitud de muchos de mis compañeros me inquieta, me duele porque yo sí creo en una sanidad pública para todos, sin que nadie quede excluido. Esta profesión mía me proporciona una retribución económica, necesaria para poder vivir, pero muchos de mis compañeros se quedan en esto y no van más allá, no viven la profesión como un servicio que prestamos a la sociedad y que esta entrega nos realiza como persona, muchos viven la profesión como una carga. Ante esta situación tengo que cuidar que no me contagien esa dejadez y por otro lado, veo la llamada a la recuperación del verdadero sentido de lo público, tarea nada fácil.

La ternura con que Xxxxxxx, la secretaria, es capaz de atender a todos, con la sonrisa y con voluntad para ir solucionando todos los problemas que van apareciendo, es otro hecho que quiero destacar. Ella no solo se limita a hacer lo que en teoría está obligada por su categoría profesional, sino que dedica tiempo a escuchar, a solucionar agobios de pacientes que no saben como contactar con los médicos, etc. Me llama mucho la atención la dignidad con que trata a las personas y su capacidad de escucha. No es fácil encontrar a alguien en el funcionariado que no se queje de su trabajo, que lo desempeñe con alegría e ilusión todos los días, aunque este trabajo le desborde muchas veces porque tiene más cosas que hacer que tiempo.

Hace unas semanas, paseando por la planta de ingresados me paré a hablar con Xxxxxx, una paciente a la que íbamos a extirparle un riñón por un cáncer renal, noté que tenía ganas de compartir el miedo que sentía, porque aunque nadie le había nombrado la palabra cáncer yo creo que ella sabía que era lo que padecía, aunque la familia y nosotros habíamos intentado adornárselo. Entre todo lo que hablamos quiero destacar la confianza que depositaba en el Padre, más o menos me dijo: “Ya soy mayor y he vivido durante muchos años sin enfermedades, ahora tengo ésta y si tengo que operarme lo haré, confío en que Dios me ayude…” Ella tenía miedo, lo que es fácil de entender, pero intentaba mantener la serenidad al sentirse acompañada por el Padre. No es la primera vez que me ocurre esto, ya he conocido a otros pacientes que me han expresado su esperanza en Cristo. Ante esto una de las llamadas que siento es, en primer lugar, a pararme con los enfermos y dedicar tiempo a dialogar y a veces solo escucharlos, porque no siempre tengo respuestas que consuelen su dolor, y en segundo lugar a identificarme como cristiana si veo que esto puede facilitar un diálogo de esperanza, sosiego para la persona que está sufriendo. Porque he comprobado que cuando confieso mi creencia se alegran y se expresan con más libertad lo que sienten desde su ser creyentes.

Descubro a Dios en estas experiencias, y trataré de transmitir qué Dios descubro, y cómo se comunica

Descubro al Padre en los demás y en mí. He aprendido a ver a Dios en lo cotidiano y en lo pequeño. Lo veo cada vez que veo esperanza, en el trabajo que se realiza con alegría, con ilusión, cuando nos relacionamos desde la ternura…

Veo a Dios en mi compañero Xxxxx, cuando en medio de un lugar desestructurado sigue luchando por dar una mejor atención, con actitud conciliadora y de servicio, siento que está en él porque no pierde la esperanza de cambiar el lugar de trabajo y además no espera con los brazos cruzados sino trabajando junto con otros para poder conseguirlo.

En la secretaria Xxxxx, con la alegría y cercanía que trata a todos, profesionales y pacientes, en su capacidad de dar parte de sí por los demás. Las actitudes que veo en ellas son del Padre, la ternura, la escucha, el cariño, la entrega, el servicio…

Es más difícil ver a Dios en los pacientes que sufren, pero como en el caso de Xxxxx, yo creo que Él está ahí para mantener la esperanza, acompañando. Algunos de los pacientes que son creyentes, sí son capaces de sentirse acompañados por Dios en esos momentos de dolor, miedo, desasosiego proporcionándo esperanza, paz interior. Otros lo que sienten es a ese Dios que no responde, el Dios del Silencio (Jer 15,18; Mt 26,39); este Dios me da miedo y no me gustaría sentirlo.

Yo vivo y descubro un Dios que nos ama, que nos libera, que siempre nos acompaña, aunque no lo queramos ver a veces. Un Padre que me da fuerzas y que me tiene pillada porque en mi vida profesional hay conflicto y discernimiento por querer seguirle. No solo lo veo en los demás sino también en mi vida, es un Dios que me llama a estar atenta y participativa en mi lugar de trabajo para traer el Reino, un Dios que perdona mi pereza, mis miedos que me paralizan, un Dios que me acompaña en mi tarea evangelizadora del medio.

En mi relación con este Dios Padre, no dedico el tiempo suficiente a encontrarme a solas con El, para celebrar y revisar lo que voy viviendo y poder descubrir lo que va sucediendo en mi vida. Pero cuando hago lectura creyente de lo que voy viviendo descubro a Dios en los demás y en mi historia. No abro las puertas sin resistencias, le pongo obstáculos a la acción del Espíritu en mi vida, en ese tira y afloja estoy. Soy consciente de ello porque en mi día a día vivo el conflicto y el discernimiento, entre lo que es del Padre y lo que no. En cuanto a lo profesional en mi, veo la acción transformadora del Padre, solo narraré un hecho. Cuando yo llegué a mi lugar de trabajo me desilusioné porque no veía posibilidades, todo era imposible; eso ha cambiado después de pararme a trabajarlo sola y con mi grupo de revisión de vida. Ahora soy capaz de descubrir donde hay grietas que permiten una acción transformadora, trabajo con esperanza de poder influir para ir mejorándolo, buscándome compañeros para ese camino, fuera y dentro del ámbito laboral.

Realmente tengo que decir que a mí el ambiente no me impide ver a Dios, tengo que decir que no, como ha quedado reflejado anteriormente. Hay varios espacios que me ayudan a ver y vivir creyentemente mi vida, dentro de ella mi ser profesional. El grupo de RdV de JEC, los militantes me interpelan hacia la coherencia con sus reflexiones, gestos, acciones en el medio. Mi grupo de PX, ya que preparar la reunión me exige pararme, leer y las horas de reuniones me iluminan y me ayudan porque es un lugar donde descubro, comparto, me interpelan y me siento acompañada en mi proceso. Formar parte de Profesionales Cristianos me posibilita conocer a otros cristianos con los que compartir mi vida, mi ser profesional, me siento acompañada y me hace sentirme Iglesia que quiere transformarse y transformar el ambiente en los que estamos presentes, además de acercar la Iglesia al ámbito profesional y viceversa.

Agradezco a esta Iglesia, que con todas sus luces y sombras, ha ido poniendo a mi alcance espacios y personas que me han ayudado a ir leyendo creyentemente mi vida.