Parece que por fin se ha cumplido un deseo que guardaba desde hace varios años…

Soy una chica joven, y desde que acabé mi carrera como maestra de educación especial opté por no seguir el camino de las oposiciones: un camino duro pero que, como todos dicen, te acaba llevando a una estabilidad y un trabajo de por vida. Esa idea, por muy tentadora que resultara no me convencía. Yo quería vivir mi vocación al máximo, aprender, tocar la discapacidad, dejarme enamorar por estos niños y jóvenes que tanto te enseñan. Y así, comencé mi camino por distintas asociaciones de Badajoz que trabajaban con personas en riesgo de exclusión social y años después, con mis pequeños de Habilitación Funcional y Atención Temprana.

Como terapeuta, he crecido enormemente.

Cada una de mis etapas laborales en los distintos sitios me ha aportado un grado más de experiencia, cariño y el buen hacer del trabajo en equipo no solo mirando por aportar, sino por enriquecerme enormemente de todo lo que cada uno de mis compañeros me han regalado estos años.

Mi recorrido profesional siempre ha sido agridulce: a la vez que me sentía afortunada por todo lo que recibía y aprendía de mis niños y todo lo que avanzaban a mi lado, por otro lado me sentía frustrada y enfadada con un sistema, una estructura que no beneficia a las asociaciones. Por unas condiciones de trabajo que, a medida que pasaban los años, las veía incompatibles con la vida familiar. Qué triste que lo bonito de la profesión se nublara por las “condiciones laborales”. Y por desgracia veía que eso pasa en tantos sitios…

Esta experiencia te hace sentir poco valorado y notas que el tanto tú, como el equipo que está contigo codo con codo, por una labor tan importante y hermosa, se merece más.

Pasé épocas muy agobiada y poco esperanzada. Y le pedía al Padre incesantemente que me abriera otra puerta, que mejorara mi vida: “Padre, necesito un cambio. Un trabajo mejor. No sentirme así…”. Parece que esa oportunidad nunca llegaba.

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El año pasado, en uno de estos momentos de crisis, asistí a un encuentro de profesionales cristianos sobre la fraternidad en el mundo laboral. Asistí con ganas, pero sin muchas expectativas. Y sin embargo, el Padre me habló. En medio de mis angustias, encontré el testimonio de una chica en paro que me interpeló. Me ayudo a relativizar, a ver el trabajo como una parcela más de mi vida. Me ayudó a no sentir angustia por el futuro, sino ser valiente y enfrentar el presente.

En ese momento, entendí el mensaje que Él me quería transmitir: acogía mi oración, pero me pedía que aprendiera a valorar el momento que vivía. A confiar en que Él me escucha. A disfrutar del proceso, esperando con paz lo bueno que queda por llegar.

Y es que así fue. Cuando más tranquila estaba, otra puerta se abrió.

Llevo meses trabajando como maestra de apoyo en un colegio. El cambio fue difícil, duro. Pero le doy gracias a Dios por todo lo bueno del camino. Sigo dando pasos, sigo creciendo y creyendo que el Padre me pondrá allí donde se me necesita para, con cariño y desde la vocación, enseñar y aprender cada día.

 

Marta Gallego

Profesionales Cristianos. Badajoz.