Soy Roser, profesora de religión de secundaria y bachillerato de un instituto de Palma.

El curso anterior, a finales del mes de junio, supe que Conselleria de Educación había planteado un ERE de los profesores de religión porque había, sobre todo en secundaria y bachillerato, un número  importante de profesores que no tenían todos los requisitos para trabajar. Era una situación irregular que hasta ese momento no se había puesto sobre la mesa y que requería que se normalizara. No había un baremo hecho transparente y objetivo.

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El delegado de enseñanza juntamente con los representantes del sindicato nos comunican que comienzan las negociaciones sobre el ERE, negociaciones en las que el obispo no estará presente. Se crea un comité con los representantes del sindicato y algunos profesores de primaria y secundaria.

Comienzan las negociaciones que durarán los dos meses de verano. Hasta  finales de agosto no supimos cómo  quedaba  nuestra situación.

A finales de junio hubo una manifestación delante de Conselleria de los profesores de religión. En esta manifestación estuvo el  delegado de enseñanza  pero no estuvieron ni el obispo ni el consiliario  nombrado  por el obispo, consiliario que hasta ese momento  no conocía. Me dolió no encontrar a estas  personas que año tras año nos envían a la misión de enseñar a los niños y  jóvenes la asignatura de religión.

Me dolió no encontrar a estas  personas que año tras año nos envían a la misión de enseñar a los niños y  jóvenes la asignatura de religión.

El delegado de enseñanza, un joven laico, estuvo presente durante todas las negociaciones pero no estaba preparado para gestionar este problema ni representa la misma autoridad que representa el obispo. El consiliario sólo estuvo en la última mesa de negociación en la que Conselleria decidió no despedir a nadie pero dejaron a media jornada a ochenta profesores de primaria y secundaria. Los contratos no se modifican. A mí, un amigo que forma parte del comité, me comunica por teléfono pocos días antes de empezar el curso que quedo a media jornada y me  trasladan de centro, a un instituto que está muy cerca del centro en el que trabajaba.

Quedo a media jornada teniendo todos los requisitos para trabajar con un buen currículum (licenciada en filosofía, licenciada en estudios eclesiásticos y máster en bioética, además del nivel de catalán  que se nos exige y  la DEI y el CAP, la parte pedagógica para enseñar) y 8 años de antigüedad, siempre en un único instituto y a jornada completa.

A esto hay que añadir que, como no se nos modifica el contrato, y yo continúo siendo indefinida, no podemos cobrar la parte correspondiente a la media jornada, quedando así en una situación económica un poco complicada.

El escándolo de estas negociaciones es que Conselleria pide al obispado que presente la lista con el profesorado que propone para poder asignar las plazas.  El obispado vuelve a presentar al mismo profesorado, tuviera o no toda la titulación y pide que cada profesor conserve el instituto donde trabajaba. Conselleria hace tres bloques: A (profesores liberados para el sindicato y profesores del comité), B (profesores que tienen toda la titulación, yo estaba en este bloque) y C (profesores que no tienen toda la titulación) y se nos ordena por antigüedad. Y a partir de aquí asignan según la matrícula o media jornada o jornada completa. Juntan institutos por proximidad geográfica para tener jornadas completas. El instituto donde trabajaba se une a otro instituto de la zona. A mí me mantienen en esta plaza, a jornada completa, en un primer momento, pero como el  profesor que trabajaba en el otro instituto estaba liberado para el  sindicato no podía quedar a media jornada y a última hora, no teniendo este profesor todos los requisitos para trabajar, le asignan mi plaza y a mí me desplazan a otro  instituto y me dejan a media jornada. Quiero insistir en que quedo en esta situación para salvar legalmente ante un ERE que se plantea en un primer momento a un profesor que nos representa en el sindicato que no tiene todos los requisitos exigidos.

Al ver cómo se gestionaban las cosas se me rompió la confianza tanto en el sindicato como en el obispado.

A mí, cuando se me comunica cómo queda mi situación, lo primero que hice fue pedir que me enseñaran la lista en la que  quedaba reflejada la situación de cada profesor, para poder entender cómo se habían hecho las cosas. Ante esta petición la respuesta recibida por parte del sindicato y el obispado  fue que esta información es confidencial. Es por eso que a la mañana siguiente fui  a Conselleria a pedir información y me la dieron. Me dijeron que el obispado tenía la posibilidad de asignar las medias jornadas o las jornadas completas hasta  el momento de la firma de los contratos.

En aquel momento me puse en contacto con el consiliario y me dijo que lo único que podía hacer era plantearlo al sindicato. También me puse en contacto con el vicario para exponerle lo que había pasado y cómo se habían hecho las cosas y para que me pusiera en contacto con el obispo.  Este encuentro debía ser antes de la firma de los contratos. Su respuesta fue que él debía estar en las fiestas de los pueblos de los que él es rector y que el obispo tenía la agenda muy llena. Esta fue la respuesta de la jerarquía de la Iglesia.

No obstante, pedí cita para poder hablar con el obispo junto con dos compañeros más y le expusimos que era urgente que hicieran un baremo riguroso para recolocar de forma justa a los profesores. El obispo nos atendió y nos escuchó y mostró su preocupación pero su propia situación personal no le permitía actuar.

Planteé a la Conselleria también la urgencia e importancia de hacer un baremo.

Con la llegada del Administrador Apostólico tuve la oportunidad de exponer cómo había vivido todo este proceso, pude expresar el sentimiento de abandono por parte del obispado. Fui a buscar al consiliario, al vicario y al obispo y no encontré a nadie.

Me entristeció mucho ver cómo en la última mesa de negociación tanto el consiliario como el delegado de enseñanza que nos conocen a todos, saben si tenemos toda la titulación o si no la tenemos, pudieron aceptar el listado que mostraba la situación en la que quedaba cada profesor. No deberían haber consentido que profesores que tenían todos los requisitos para trabajar y muchos años de antigüedad quedaran a media jornada. En ese momento, antes de levantarse de aquella mesa, deberían haber recolocado a los profesores de forma justa.

La llegada del Administrador Apostólico ha cambiado mucho las cosas.

Nos escuchó, tomó nota y actuó. Se reunió juntamente con el delegado de enseñanza con el Conseller y acordaron que para el próximo curso se haría un baremo similar al que se hace para los interinos. Se nos asignará la plaza según los méritos de cada uno y a aquellos que les falte algún requisito para trabajar se les dará un tiempo para que se puedan acabar de preparar.

 

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Debemos ser críticos con lo que ha pasado. El consiliario y el delegado deben conocer la realidad de cada centro. Cada profesor debe dar cuenta de su programación y debe cumplirla. Se debe hacer un seguimiento por parte del obispado. Cabe insistir también en la importancia de los cursos de formación para poder crecer como profesionales. Algunos profesores han hecho mucho daño a esta asignatura y a nosotros mismos como profesionales haciendo que muchos profesores del claustro no respetaran este colectivo, porque durante muchos años algunos profesores no han hecho la programación y si la han hecho no la han cumplido. Algunos profesores no han hecho nada en las clases de religión y esto ha sido un escándalo.

Quiero concluir diciendo que he presentado este caso en el grupo al que este curso me he incorporado y hemos hecho una revisión de vida trabajando desde el VER, JUZGAR y ACTUAR.  A mí el ser escuchada por personas de tanta calidad humana me ha hecho mucho bien. Y releer algunos pasajes bíblicos como Am 5, 24;  Mt 5;  Mt 6, 25-34 o Ef 6, 14 “Poneos en pie, ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de la justicia como coraza” me han dado paz en el corazón y han sido mi fuerza para actuar.