15MAY2016. Hoy es Pentecostés, la Fiesta del Espíritu Santo. Celebramos también la Fiesta de la Acción Católica, y del Apostolado Seglar.

En este día, desde las Iglesias locales y unidos y unidas a toda la Iglesia, compartimos la carta de los Obispos del Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal Española.

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La solemnidad de Pentecostés irrumpe, en esta ocasión, dentro de la celebración del Jubileo Extraordinario de la Misericordia y debe iluminar la celebración del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo… recibid el Espíritu Santo” (Jn 20, 21.22), escuchamos decir a Jesús en los relatos de la Resurrección. La efusión se repite el día de Pentecostés reforzada con extraordinarias manifestaciones exteriores. La fuerza del Espíritu inunda a aquellos hombres irrumpiendo en las mentes y en los corazones de los Apóstoles y les capacita, como Iglesia naciente, para la misión. Desde entonces la Iglesia ha llevado adelante, a través de todos sus miembros, está tarea que Dios le ha encomendado en la historia.
En el contexto del Año de la Misericordia, es bueno que tomemos conciencia de que el anuncio de la misericordia de Dios forma parte de esa misión, en la que los fieles laicos tienen mucho que aportar. “La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona. La Esposa de Cristo hace suyo el comportamiento del Hijo de Dios que sale a encontrar a todos, sin excluir ninguno. En nuestro tiempo, en el que la Iglesia está comprometida en la nueva evangelización, el tema de la misericordia exige ser propuesto una vez más con nuevo entusiasmo y con una renovada acción pastoral. Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre”.
El papa Francisco pide a toda la Iglesia, pero también de un modo singular a las asociaciones y movimientos laicales, que seamos capaces de evidenciar y trasmitir la misericordia del Padre.

Y lo hace con una invitación sugerente: “En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia”. Sí, convertirnos en oasis de misericordia para llevar adelante esta apremiante misión; entre ambas, misericordia y misión, existe una estrecha relación, hasta el punto de poder decir que “la Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia”.

Tomar conciencia de esta misión que se nos encomienda nos ayuda a buscar caminos para llevarla a cabo.

Ser heraldos de la misericordia pasa necesariamente por caer en la  cuenta de que nosotros estamos necesitados de ella para que, una vez recibida, seamos capaces de llevarla a los demás. Sí, sentirnos necesitados del abrazo misericordioso del Padre. El recibirlo trasforma nuestro corazón, lo renueva en el perdón de Dios y nos mueve a compartir esa gracia y esa alegría con los demás: “la misericordia que recibimos  del Padre no nos es dada como una consolación privada, sino que nos hace instrumentos para que también los demás puedan recibir el mismo don. Existe una maravillosa  circularidad entre la misericordia y la misión. Vivir de misericordia nos hace misioneros de la misericordia, y ser misioneros nos permite crecer cada vez más en la misericordia de Dios”. Las asociaciones y movimientos de Apostolado Seglar deben ayudar a sus militantes y miembros a acoger el don la misericordia de Dios. Para ello es necesario favorecer la escucha y meditación de la Palabra de Dios, que nos muestra en tantas ocasiones y con tanta belleza el Rostro misericordioso del Padre. También el  cuidado del sacramento del perdón, pues Dios, que es compasivo y misericordioso, está siempre dispuesto al perdón y ofrece siempre la reconciliación. “En este sacramento cada hombre puede experimentar de manera singular la misericordia, es decir, el amor, que es más fuerte que el pecado”. Son muchos también los momentos, y a través de  muchas personas y situaciones, en los que podemos hacer experiencia de la misericordia de Dios en el día a día, que nos lleven a acoger con gratitud ese gran don.
La misericordia de Dios trasforma nuestro corazón y nos capacita para ser misericordiosos. “Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales”. Las corporales son acciones que de forma concreta, física y tangible podemos realizar por los demás. Es necesaria no solo nuestra voluntad de hacerlas, sino nuestra acción y nuestra directa participación para llevarlas a cabo. Nos permiten entregarnos a los demás por entero. Las espirituales son actitudes y enseñanzas del mismo Cristo: la corrección fraterna, el consuelo, soportar el sufrimiento… Con ellas nos convertimos en sostén y compañía de otras muchas personas en el camino de la vida.
Uno de los grandes retos del laicado, en este año, es tomar conciencia de las obras de misericordia en su apostolado y potenciarlas con decisión. “La caridad con el prójimo, en las formas antiguas y siempre nuevas de las obras de misericordia corporal y espiritual, representa el contenido más inmediato, común y habitual de aquella animación cristiana del orden temporal, que constituye el compromiso específico de los fieles laicos”7. Camino común y privilegiado para despertar conciencias, huir de la indiferencia ante las necesidades de nuestros hermanos y adentrarnos en el corazón del Evangelio, donde siempre descubrimos a los débiles y a los pequeños como los principales destinatarios de la misericordia de Dios. Son muchos los pasos que se han dado y se están dando constantemente en este terreno en nuestro laicado: ¡cuántas asociaciones y movimientos las practicáis de forma constante! ¡Muchas gracias! Por eso, actualizar su vivencia con audacia, creatividad y exigencia, debe seguir siendo un reto estimulante para el Apostolado Seglar de la Iglesia en España. ¡Nos jugamos la credibilidad de la Iglesia!

Queremos, en comunión con todos los obispos, dar gracias a Dios, en este día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, por tantos queridos fieles laicos que en nuestras diócesis estáis siendo auténticos testigos de la misericordia. El reconocer que precisamos de la misericordia de Dios nos capacita para ser portadores de ese don para tantas personas que también lo necesitan. Seguro que vuestra solicitud, generosidad y entrega a favor de la Iglesia y de todos los hombres, especialmente de los más necesitados, convertirá vuestras asociaciones y movimientos en oasis de misericordia. Elevamos nuestra oración al Espíritu Santo en esta solemnidad de Pentecostés, para que llene de su gracia y misericordia a toda la Iglesia, a la Acción Católica, a nuestros Movimientos del Apostolado Seglar y a todos los bautizados, para que, imitando al Señor, que tomó la iniciativa, también la comunidad evangelizadora sepa “adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminospara invitar a los excluidos. Viva un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva”.
Que santa María, la Madre de la Misericordia, nos lo conceda, especialmente, en este año Jubilar.

Los Obispos de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar.