Si me planteo porqué soy enfermera, no lo tengo claro. Es verdad que desde que tengo uso de razón siempre se me pasaban por la cabeza profesiones que tenían que ver con el contacto directo con la gente, con ayudar a los demás. A la pregunta de qué quieres ser de mayor yo decía, profesora o enfermera y por las cosas de la vida estudié ambas profesiones; y aunque he inclinado mi balanza hacia el mundo sanitario, de lo cual no me arrepiento, estudiar magisterio fue una experiencia fantástica tanto a nivel de formación como a nivel personal, conocí muchas personas significativas en mi vida, una de ellas es Kiko, mi marido ahora, quién desde un principio al conocer mis inquietudes, me ayudó y animó junto con mi familia a intentar entrar en enfermería por nota de carrera y aquí estoy.

Al principio estuve saltando entre diferentes plantas de hospital, realizando guardias en atención primaria, estuve durante 6 meses en un proyecto realizando el protocolo de malos tratos del servicio canario de salud, todo combinado con charlas en centros educativos sobre temas de salud (sexualidad, trastornos de la alimentación, hábitos saludables, primeros auxilios) a través de un proyecto que presentamos al ayuntamiento, y finalmente en 1999 acabé en el servicio de reanimación, un lugar dónde si me hubiesen preguntado al principio nunca hubiese sido mi elección, pero por intentar buscar una estabilidad económica acabé en él y después de 14 años puedo decir que ahora no me veo en otro lugar. Las personas con las que trabajos viene de quirófano o han presentado en planta complicaciones postquirúrgicas, y hay que realizarles cuidados continuos para su mejor recuperación. En nuestro servicio prima que exista el mínimo dolor o desaparezca tras la cirugía, que la persona se encuentre cuidada y acompañada dentro de la situación que está viviendo, sabiendo que se encuentra en un lugar para casi todos desconocidos, llenos de cable y ruidos, desnudos, dependiendo de otros para casi todo y sin poder tener al lado a su familia de forma constante.

Es verdad que en mi trabajo vivimos situaciones difíciles (personas a las que cuesta mucho controlar el dolor, angustiadas por la enfermedad que están pasando, momentos de desorientación, recuperaciones que se alargan en el tiempo, situaciones de urgencia, y por supuesto nos toca vivir con la muerte, …) ; pero también momento de alegría (personas con el dolor controlado, la enseñanza por parte de algunos pacientes de vivir un proceso de enfermedad complicado desde la tranquilidad, el coraje y la calma, los que se van a su habitación con su familia, los comentarios de agradecimiento por el cuidado recibido, y el poder acompañar bien a la familia de los que están más malitos,…).

Pero con todo esto puedo decir que trabajo en lo que me gusta, tengo esa suerte.

Es una profesión que sinceramente creo que tiene que ter un mínimo de vocación para realizarla de una manera profesional y no solo adecuada. Me ha ayudado a formarme como persona, a valorar la vida y nuestro entorno con otro punto de vista. A tratar con el sufrimiento, con los miedos, con la muerte desde la cercanía y no huyendo de ella y sobre todo intentando poner cada día mis conocimientos en práctica desde el respeto, la cercanía y la empatía hacia las personas que cuido y los compañeros que me rodean.

De mis compañeros me gustaría comentar que somos un equipo, formados por 5 grupos ( cada uno con 4 enfermera, 3 auxiliares, 1 celador), que trabajamos en estrecha colaboración con los médico de mi servicio, los anestesistas. Yo he ido cambiando durante estos años de compañeros y ahora tengo un grupo poco a poco se ha ido creando, con el cual trabajo muy bien, son una parte importante de mi vida. En general las relaciones humanas son buenas, puedo decir que estoy agusto y que me encuentro apoyada , igual que ellos por mí, y esto es fundamental. Con ellos siempre me he propuesto acoger, acompañar y compartir momentos de nuestras vidas, conocimientos y experiencias. Pero es verdad que estos últimos meses con el tema de los recortes el ambiente ha estado un poco más alterado, creo que es normal, somos personas, y aunque tenemos por suerte un trabajo, como dice ahora todo el mundo, también tenemos derecho a quejarnos, patalear y pedir y buscar una solución.

Con respecto a mi profesión y Dios debo decir que en mi manera de tratar a las personas que cuido y a mis compañeros siempre tengo una frase presente, trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti. Esta frase es una premisa que, al igual que otras, me enseñó una persona que ha sido muy importante en mi vida y en mi relación con Dios, y a la cual siempre estaré agradecida, Pepe Alonso. Él desde el instituto, con la JEC, nos hacía buscar y ver a Dios en las pequeñas cosas que pasaban en nuestro día a días, a darle importancia a las cosas sencillas “las casa se hacen ladrillo a ladrillo”, a no huir de los problemas o situaciones nuevas, a ver la muerte y la enfermedad como un proceso de nuestra vida y sobre todo a darnos cuenta de que “somos uno” tanto con nuestra familia, amigos, trabajo, entorno.

Por todo lo que he comentado creo que puedo decir que sí, que mi trabajo marca y seguirá marcando mi vida, y que lo intento vivir acompañada de mi fe, aunque a veces me cueste expresarlo verbalmente.