Entre las funciones que desarrolla una profesora titular de la Facultad de Veterinaria destaca la dirección y/o codirección de tesis doctorales. A lo largo de este curso mi dedicación como codirectora se ha centrado en tres tesis y, por consiguiente, en las diferentes etapas o momentos de actuación que configuran cada una de ellas: corrección, impresión, defensa y presentación.

El hecho de vida que me invita a orar en torno a mi profesión y a mi presencia creyente se presentó como de rebote. La futura doctora tenía problemas con el desarrollo final de la tesis y con el profesor asignado.

Vio con claridad que necesitaba un apoyo profesional y acompañamiento humano diferente al recibido hasta la fecha.

El cambio de enfoque necesario, no sólo profesional sino también humano, llevado a cabo tanto en el trabajo de campo como en la comprensión global de todo el proceso, consiguió dar el giro definitivo. Se pasó de un estado de “tirar la toalla” a otro muy distinto de levantarse y afrontar la realidad con un alto grado de ilusión y esperanza.

Por otro lado, quince días antes de la fase de presentación, surge una situación personal inesperada que añadió mayor tensión al desarrollo general del proceso. La doctoranda temía ver frustrado el último de los intentos de inseminación y, con ello, no lograr su ansiada maternidad. En cualquier caso, el camino ya estaba hecho.

Llegó el día de la defensa y, tanto la presentación como la exposición, fueron inmejorables. Previamente, yo había comentado con alguno de los miembros del Tribunal  diferentes pormenores surgidos. Ante mi asombro, sus comentarios y opiniones fueron muy favorables. Se dijo que la tesis doctoral tenía mucho potencial para ser publicada en uno o en varios artículos. La calificación recibida fue: sobresaliente cum laude.

La alegría que me produjo fue doblemente grande, primero, por la nueva doctora que había logrado con su esfuerzo y tesón un enorme resultado; segundo, por comprender fehacientemente la importancia que tiene para todo enseñante, no sólo los aspectos puramente técnicos sino también y quizás, en mayor medida, la impronta que a través de la comprensión, el ánimo y el acompañamiento resultan ser vitales en toda actividad humana.

Para una lectura creyente de la realidad es siempre necesario acercarse a las Escrituras y descubrir en ellas qué dicen de nosotros, siendo, además, la mejor manera de sentirnos más cerca del Jesús mensaje y mensajero. En esta ocasión me ha parecido enormemente cercano para el hecho planteado la lectura de Lc 5,17-26 Sanación de un paralítico:


 

 “Un día mientras Jesús enseñaba, estaban allí sentados algunos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. Y el poder del Señor le impulsaba a realizar curaciones. En esto, aparecieron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y querían introducirlo para ponerlo delante de Jesús; pero, como no veían la manera de hacerlo a causa del gentío, subieron a la terraza, lo bajaron por el techo en la camilla y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo la fe que tenían, Jesús dijo: Hombre, tus pecados quedan perdonados. Los maestros de la ley y los fariseos empezaron a pensar: ¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios? Pero Jesús, dándose cuenta de lo que pensaban, les dijo: ¿Qué es lo que estáis pensando? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados quedan perdonados; o decir: Levántate y anda? Pues vais a ver que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para perdonar los pecados. Entonces se volvió hacia el paralítico y le dijo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El se levantó en el acto delante de todos, tomó la camilla en la que yacía y se fue a su casa, alabando a Dios. Todos quedaron atónitos y alababan a Dios, llenos de temor, diciendo: Hoy hemos visto cosas extraordinarias.”


 

Efectivamente, el hecho de vida nos suscita un final que coincide con la admiración de todos aquellos que presenciaron el poder de la palabra de Jesús para levantar a quien se encuentra “postrado”. Hoy hemos visto cosas extraordinarias.

Así mismo, nos plantea, a través del trabajo de aquellos hombres que se encargan de portar, subir y bajar al postrado en la camilla, el papel del profesional que con su trabajo y saber hacer, de alguna manera, posibilita visibilizar tres categorías evangelizadoras: comprensión, ánimo y acompañamiento. Se debe destacar el particular efecto llamada de Jesús que, convocando a la fe individual, logra sumar confianzas en pos de una labor colaborativa que alcanza, de ese modo, resultados increíbles.

Para finalizar, demos gracias al Señor por hacernos partícipes en las distintas realidades de nuestras profesiones, por invitarnos constantemente a la conversión y por disfrutar de la visión de esas cosas tan humanamente extraordinarias que nos regala con su  gran misericordia y amor.