Estoy entre vosotros tras un periodo de experiencias duras en mi vida profesional.

Día tras día se apagaba en mí la esperanza de que lo que sé hacer pueda contribuir a que los más débiles algún día vuelvan a sonreír y así seguir con mi vocación. Pensaba que el cuidado de los unos a los otros ya ha dejado de ser prioritario entre nosotros y que el sufrimiento no cesará; sabía, en lo más profundo de mi ser, que poniendo la ética del cuidado en el centro de mi reflexión y difundirla entre mis próximos activamente, podré recuperar las fuerzas.

cuidado-del-projimo-profesionales-cristianos-2016Decidí de nuevo buscar en los libros y aprender más sobre la debilidad del otro y sobre la mía; sobre la necesidad que todos tenemos, en todo momento, como seres vulnerables e inacabados que somos, de ser cuidados. Y encontré cosas como las que siguen:

«La palabra de Dios. Está inscrita en el Rostro del otro, en el encuentro con el otro; doble expresión de debilidad y de exigencia, ¿Es palabra de Dios? Palabra que me exige hacerme responsable de otro; y ahí se da una elección, ya que esta responsabilidad es intransferible.»

«Describo la ética, lo humano en cuanto humano. No creo que la ética sea una invención de la raza blanca, de una humanidad que ha leído a los autores griegos en las escuelas y que ha sufrido una cierta evolución. El único valor absoluto es la posibilidad humana de otorgar a otro prioridad sobre uno mismo.»

«No digo que el otro sea Dios, sino que en su Rostro escucho la Palabra de Dios.»

(Levinas, E. (2001). Filosofía, justicia y amor. Entre nosotros. Ensayos para pensar en otro, Valencia: Pre-textos. Págs. 134-135)

 

Pero hay otra enseñanza, la más profunda, que puso el cuidado del otro en una escala universal:


Del Evangelio según Lucas 10,25-37
Se levantó un legista y dijo, para ponerle a prueba: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.» Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás.» Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión. Acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y le montó luego sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: `Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.’ ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» Él dijo: «El que se apiadó de él» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.»


 

Reflexión (A través de los Carmelitas)

cuidado-del-projimo-profesionales-cristianos-2016-2El doctor pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” Jesús pregunta: “¿Quién fue prójimo del hombre asaltado?” Son dos perspectivas diferentes: el doctor pregunta desde sí. Jesús pregunta desde las necesidades del otro. […].

Hoy, aquí con vosotros, pido al Padre apoyo para mantener presente en mí la esperanza. Pido apoyo a la Madre, La Virgen María y pido vuestro apoyo para restablecer en mí y luego en otros hombres y otras mujeres el sentido y la fuerza salvadora del cuidado.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.