Punto de partida

En la sesión de estudios del Movimiento del pasado mes de mayo se presentó una monografía sobre un caso del mundo de la educación. Trataba, en concreto, del trabajo realizado por un maestro de pedagogía terapéutica con un alumno de un instituto de ESO con serios problemas de conducta, originados por múltiples y diferentes causas. Se constataba el progreso obtenido a lo largo del curso gracias a la labor realizada.

Ésta plegaria surge de una reflexión sobre la monografía anterior. Pienso que puede trazarse un paralelismo entre nuestra vida de cada día y determinados puntos del proceso reflejado en el trabajo citado. Estos puntos, relacionados con la atención de las necesidades de aquellos con los que compartimos nuestro espacio y nuestro tiempo, pueden ser elementos válidos para nuestra plegaria.

Entre ellos destacaría:

  • Sensibilidad para saber descubrir los casos que surgen alrededor de nuestra vida diaria que requieren de nuestra actuación.
  • Valoración de la individualidad de la persona, tratamiento del otro teniendo en cuenta toda su globalidad.
  • Saber mostrar que creemos en los demás y en sus posibilidades.
  • Confianza en el alcance de nuestro trabajo y ánimo para enfrentarnos a lo que pueden  ser nuevos retos, tanto a nivel profesional como personal
  • Valor de nuestra responsabilidad profesional y del compromiso autentico, que va más allá del estricto cumplimiento.
  • Hacer un ejercicio de paciencia y de constancia.
  • Visión de esperanza, pensar que vale la pena el esfuerzo y la inversión de tiempo y energías, valorar el proceso realizado, aunque el resultado tenga pocas probabilidades de ser un éxito rotundo.

Desde nuestra perspectiva cristiana, ¿cuáles de estos valores podríamos trabajar más profundamente, en éste principio de otoño, con aquellas personas de nuestro entorno próximo que más nos necesitan?

En la monografía se hacía referencia a que “el hecho narrado se convierte en uno de aquellos  lugares concretos desde donde oteamos la vida y la contemplamos como realidad privilegiada, porque en ella se descubren las huellas de un Dios comprometido con la historia de la humanidad; una historia interpretada para el creyente como Historia de Salvación”. Nuestra reflexión iría en la misma dirección.

Palma, septiembre de 2009.