Iniciamos la Oración, poniéndonos en disposición de escucha y reflexión. Busquemos en nuestro interior el silencio que necesitamos para encontrarnos con el Padre, olvidemos todo aquello que nos estorba, ahora es el momento de centrar todos nuestros sentidos en Dios.
“Hace un mes, al entrevistar y estudiar la situación de un matrimonio solicitante de adopción, valoré la no idoneidad de dicha pareja para adoptar a un menor.
Tenía muchas dudas. Llevo poco más de medio año en mi actual puesto de trabajo y todavía me encuentro muy pérdida. Mi jefe me respaldó en la decisión. Al tener que redactar el informe social, volví a encontrarme con otro problema, tenia que justificar muy bien el informe porque cabe la posibilidad de que la familia lo recurra asesorados por un abogado.
En tres ocasiones mi jefe mi hizo modificar el informe, y seguramente entre las dudas de la valoración de la idoneidad y las dudas en la redacción del informe, al final me contestó que cualquier trabajador social hubiera sabido resolver mejor esta situación.
Tengo un jefe extraordinario, pero la presión de la situación hizo que me manifestara lo que en ese momento pensaba. Si hasta ahora había resultado indecisa e inexperta en el trabajo, a raíz de este comentario mi autoestima profesional se anuló.
Con el apoyo de mi pareja, y mi hermana, redacté finalmente el informe que mi jefe valoró, justificando finalmente que había sido una labor difícil para mí, cosa que agradecí.”
Señor, tengo voluntad de mejorar mi capacidad profesional, pero me encuentro torpe. Tengo la suerte de poder desempeñar un trabajo en el que sé que puedo desarrollar una labor importante, pero tengo miedo que no sea así. Tengo miedo que mi inexperiencia provoque que otros sufran. Señor tengo miedo de venirme abajo, de reconocer mi imperfección.
Ahora podemos recordar nuestros comienzos en nuestros respectivos trabajos, como nos acogieron, cuanto nos costó aprender nuestra labor en la empresa, que miedos tenemos en relación a nuestro puesto de trabajo…
Y dice Jesús a sus apóstoles:
“Por eso no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me podré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo”. (Mt 10, 30-33)
Son muchos los miedos que nos acechan. Miedos personales, institucionales, comunitarios, eclesiales, familiares, mundiales… Disipa, Señor, los temores a base de confianza. La confianza en un Dios que nos mira, nos cuida y nos protege porque nos ama.
Señor ayúdanos a fomentar nuestra autoestima por imperfectos que seamos.