Lectura MC 9, 1-9

Y les decía: «Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder».

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.

Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.

Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo».

De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.

Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Canción

Oración.

¡Salid de vuestras tinieblas!

¡Dejad atrás la seguridad del valle y emprended sin miedo la subida al monte, porque arriba os espera la luz!, podría ser la propuesta del evangelio para este caminar hacia la Pascua.

Renunciad a vuestras ideas equivocadas sobre Dios y a lo que creéis que es pérdida o ganancia, abríos a la novedad absoluta de Jesús y de su Evangelio, atreveos a romper con vuestra búsqueda codiciosa y obsesiva de ganar, poseer, conservar y, en lugar de ello, arriesgaos en un camino inverso de pérdida, derroche y entrega, sin más garantía que SU PALABRA.

Estad dispuestos al vuelco radical que supone llegar a “PENSAR Y SENTIR COMO DIOS” y a conformar con los criterios del Evangelio vuestra idea de lo que es luz y oscuridad, SALVAR LA VIDA O PERDERLA.

Comportaos como verdaderos discípulos y discípulas, disponeos a romper con vuestros viejos esquemas mentales, a cambiar de lenguaje y significados, a cuestionar vuestros principios e ideas aprendidas en otras escuelas de la vida.

Prestad oído a la promesa de vuestro único Maestro: “Al que se venga conmigo, voy a llevarle a la GANANCIA por el extraño camino de la PERDIDA: ese es el camino mío y no conozco otro. La única condición que pongo al que quiera seguirme, es que esté dispuesto a fiarse de mí y de mi propia manera de salvar su vida, que sea capaz de confiármela, como yo la confío a Aquél de quien la recibo, Dios Padre. La suya será una vida sin garantía y sin pruebas, en el asombro renovado de la confianza: por eso no puedo dar más motivos que el de “por mi causa”.”

Permaneced en lo alto del monte “firmes como si vierais al Invisible” (Hb 11,27), hasta que la prioridad del Señor y su Reino relativice todo lo demás hasta que vuestras pequeñas preocupaciones y temores vayan pasando a segundo término y la lógica de lo evidente se quede atrás. La luz de la transfiguración os atrae a una manera de creer en la que la fe no es una manera de saber o de comprender, sino la DECISIÓN DE FIARSE DE DIOS, y de exponer la vida entera a una Palabra que hace saltar los límites de vuestros oscuros hábitos y valoraciones.

Entrad en esa danza y vuestra vida se convertirá en una apuesta arriesgada, más allá de cualquier pretensión de poseer certezas definitivas.