Durante el pasado mes de Mayo, he estado impartiendo una formación sobre Ecología Integral, a un grupo de personas adultas que se encuentran realizando los estudios específicos para Agentes de Pastoral, que organiza la Escuela Diocesana de Formación de Laicos de mi diócesis (Mérida-Badajoz). Ha sido una experiencia muy gratificante para mí, que soy profesora de Botánica jubilada, tener la oportunidad de compartir con los asistentes la vivencia de dar clase. Preparar los materiales, estar atenta a cómo se recibían los contenidos que íbamos tratando, e incluso la interpelación personal que cada cual percibía en función de lo que se dialogaba en algunas dinámicas que íbamos planteando. No había unanimidad, surgió el diálogo y el coloquio más o menos apasionado en alguna ocasión. Me esforcé en clarificar las diferencias y semejanzas entre Ecología y ecologismo, las distintas ramas de la Ecología, y la Ecología Integral, difundida por el papa Francisco, pero enraizada en el Magisterio de la Iglesia y formulada en el Catecismo, para conocimiento de quienes aman de modo particular la tradición y la doctrina. Me sorprendió el interés por el tema de los asistentes, y el desconocimiento que confesaban sobre estas cuestiones. Después profundizamos en las vinculaciones directas de la Ecología y la Teología, y también en las de la Ecología con la Economía. Aquí dí datos con la intención de que encontrasen evidencias lógicas de cómo muchos de los asuntos que se nos presentan como problemas ecológicos tienen en su trasfondo, una causa económica. La consecuencia fue un cambio de percepción, de mirada, que ellos mismos expresaban en los diálogos finales y que a mí me llenó de satisfacción en el sentido de que sus comentarios me hacían ver que se había logrado el objetivo que nos planteábamos desde la Escuela Diocesana, esto es: que los contenidos de la Ecología Integral se entendiesen de modo práctico como lo que son: una parte de la Doctrina Social de la Iglesia.
En mis viajes de ida y vuelta a las clases (éstas se impartían en una localidad que está a unos 50 minutos de donde yo vivo, oraba muchos días dando gracias a Dios por esta actividad que me habían propuesto, por la confianza depositada en mí por parte de los organizadores, por la atención y el interés de las personas asistentes. Me vienen a la mente las palabras de San Pablo (Hch 20:35) “hay más alegría en dar, que en recibir”.