Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador;
porque ha mirado la humillación
de su esclava.

 

Este es el comienzo del saludo de María a su prima Isabel, el comienzo del Magnificat y con ese espíritu de alabanza, agradecimiento y confianza me gustaría comenzar la oración de hoy.
Este adviento una pregunta me ha resonado de manera continua en mi cabeza, ¿Cómo encontramos signos de esperanza en este mundo?.
Todo comenzó por escuchar la presentación del libro de Profesión y Ecología Integral: Reto y Pasión de Profesionales Cristianos. En un momento determinado el entrevistador les preguntó a nuestros compañeros que presentaban en libro ¿qué signos de esperanza veían en este mundo? Y ahí se me ha quedado la pregunta resonando una y otra vez en mi cabeza.
Si hay un tiempo de esperanza y espera sin duda es el adviento; El tiempo de creer en los profetas, de escuchar la voz que grita en el desierto,»Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. El tiempo en el que una joven confia y espera que las promesas de Dios se cumplan en ella, a medida que su cuerpo cambia para dar cabida a todo un Dios encarnado. Es el tiempo de cambiar los corazones, de curar las heridas, de abrir nuestras casas…Es el tiempo del !Maranatha! Ven, Señor Jesús.
Pero también es el tiempo de las promesa cumplidas, de los deseos realizados, de los sueños alcanzados, es el tiempo de quienes como Simeon o la profetisa Ana esperan y ven…
Del evangelio de Lucas,
Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo:hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2, 6-12)
Somos hijos de un Padre que cumple lo que promete, de un Dios que nos ama tanto que se hace indefenso, frágil, que se deja nacer en un pesebre envuelto en pañales. Somos hijos de un Dios que viene, que nace, que llega, que se acerca, que nos toca, que nos cuida y que nos ama. Somos hijos de un Padre que hacer realidad nuestra espera, y como aquellos que han visto cumplida su esperanza, alcanzado su sueño o cumplido su deseo, estamos llamados a ser esperanza, a llevar esperanza, a sembrar esperanza. Estamos llamados a creer que Dios esta en cada persona, que nace cada día, que del grano más pequeño nacerá un gran árbol o que aunque no seamos capaces de ver la cosecha, debemos de seguir plantando.
No sé mucho de esperanza,  pero sé que este mundo necesita voces que clamen en el desierto que un mañana mejor llegará, manos que allanen senderos, Simeones que esperen a la puerta del tempo cada día sin “reblar” en su empeño, profetisas Anas que cuenten lo bueno que les ha pasado, pastores que se pongan en camino, magos que adoren y regalen, Angeles que anuncien la buena noticia, Josés que se fien de sus sueños, que protejan y cuiden y Marías que crean, que acepten, que cargen, que alaben, que den vida…
Asi que clamemos, esperemos, contemos, andemos, regalemos, anunciemos, confiemos y demos vida. Quizá no podamos ser la llama que ilumine todo, pero incluso el rescoldo más pequeño rompe la oscuridad que todo lo envuelve.
Por eso, sed luz, porque hemos recibido la visita del Sol que viene de lo alto.
!!!  Luminoso y esperanzado 2.024 !!!!

Px Zaragoza