¿Dónde te veremos? No sé si es fácil o difícil verte, Señor Resucitado… Ciertamente es algo distinto. Pero sé que estás: estás en mí aunque a veces no me entere, estás en mi gente, estás en mi grupo, estás presente en los pobres, indefensos…en la vida. Esa es nuestra fe. Y esa es tu promesa. Esa es la fuerza que movió a los discípulos. Estás y percibimos centelleos de tu presencia. En los demás, en nuestro corazón, en las historias pequeñas y en la historia grande. En lo que otros nos contaron, en lo que nosotros/as intuimos… Apareces de muchas formas, Señor resucitado.

“No os espantéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado?. Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo habían puesto. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, tal como os ha dicho”.

Silencio

APARECE LA ESPERANZA.

Cuando algo nos dice que la última palabra no estuvo en la cruz, sino más allá. Cuando las bienaventuranzas se convierten en un grito poderoso que describe y transforma las historias. Cuando las nubes que a veces se ciernen sobre nuestras vidas no nos impiden seguir avanzando. Cuando alguien perdona y nos recuerda que es posible esa otra lógica tuya. Cuando en medio de las lágrimas se cuela una sonrisa inesperada. Ahí apareces Tú.

Silencio

APARECE EL AMOR.

En gestos sencillos. En la entrega anónima de tantos hombres y mujeres que viven para otros y me recuerdan tu evangelio. En la fidelidad de mis gentes. En la acogida de las personas que nos necesitamos unos a otros. En el trabajo callado que merece la pena. En un abrazo sincero. En la visita al pobre y al enfermo. En la capacidad de dar la vida día a día sin esperar aplausos ni reconocimientos. En la pasión por tu proyecto, que a veces nos llena de energía y nos pone en camino una y otra vez. Ahí apareces Tú.

Silencio

APARECE LA ALEGRÍA.

Al compartir vida, tiempo o sueños. Cuando el corazón nos dice que no estamos solos, porque tú vienes con nosotros/as. Al apreciar el valor de las cosas sencillas: un paseo, un café, unas risas… Al trabajar codo con codo, arrimando la espalda y soñando con mundos mejores. Cuando soy capaz de reírme de mí misma. Cuando percibo que me miras con ternura y me ves mejor de lo que yo mismo/a me veo. Y… entonces río por dentro y por fuera.

Silencio

ORACIÓN:

Jesús, el Cristo, has vencido la muerte y estás misteriosamente presente en nuestras vidas. Que nuestra mirada se alimente de la experiencia real del Misterio Pascual y sea compasiva y comprometida. Que sigamos tus huellas en las nuevas Galileas de nuestro mundo. Tú, Señor, sigues sosteniendo nuestros brazos; brazos que quieren ser solidarios porque desean construir un mundo más humano, más cristiano, dónde la esperanza, el amor y la alegría sean una realidad viviente. Así, incluso con una fe muy pequeña, nos atreveremos a decir que has resucitado.