Con Pablo es difícil oír la radio en el coche. Rápidamente, me espeta aquello de “Papá, Acetre” o “Papá, Juan Pardo”, artistas que le gustan por la sonoridad de los instrumentos, las cuerdas vibrando o la percusión que llena el espacio de acordes rítmicos y antiguos. Pero una vez lo dejo en la escuela y yo me encamino a la mía, el dial gira rápidamente para buscar emisoras. Es un momento de escucha a lo que pasa en el mundo. Y hoy me alcanza la noticia de la valla de Hungría, que eleva las fronteras para proteger Europa de la inmigración que nos llega a través de Serbia y Croacia, desde más allá.
Ya hay quien habla y nos previene de los peligros de estas oleadas humanas, cuando la neblina de la débil memoria colectiva empieza a borrar definitivamente la imagen del niño inerte en la arena. En esos días, aunque lejanos, los sirios se nos hacían próximos. Próximos prójimos, en las palabras de Benedetti. Las iniciativas se multiplicaban y casi pensábamos en cómo sería nuestra vida compartiendo casa y pan con familias refugiadas. En la Universidad nos preparábamos para dar las clases en inglés y para acoger estudiantes y colegas de las zonas en conflicto. En las plazas había concentraciones exigiendo respuestas de altura moral a las instituciones europeas. Los Gobiernos habilitaron cuentas bancarias para que los ciudadanos contribuyeran, las organizaciones humanitarias intentaban coordinar las acciones para que el mayor bien alcanzara al mayor número. Aylan se volvió un nombre familiar y doloroso.
Y, aunque lo intuía, no deja de causarme una extraña perplejidad ver lo rápido que dejamos de ver. Lo fácil que nos fue cambiar de tema, sumergirnos en esa inopia analgésica y anestesiante. Parada y fonda, mañana será otro día. Me pregunto, ¿quiénes serán los próximos próximos prójimos?
Señor, Tú que nos sondeas y nos conoces, que nos diste corazón de carne, ayúdanos a conservar la mirada tierna y serena, la bondad en la intención, más allá de lo afectivo de la foto de la playa. Ayúdanos a vivir la fraternidad cercana, próxima y permanente. Y que se cumpla la plegaria: danos entrañas de misericordia… inspíranos el gesto y la palabra oportuna… que tu Iglesia sea un recinto de paz… para que todos encuentren motivos para seguir esperando… en esperanza.
Jesús Sánchez Martín – Profesionales Cristianos Mérida-Badajoz